Se hace imposible taparle la boca al creyente en Jesús de Nazaret. Puedes matarle, pero nunca callarle. Porque su corazón goza al proclamar la Verdad y la Vida, y su Camino es recorrido para eso. Esa es su misión. Y no le cuesta trabajo proclamarla, porque se desprende, como destellos que despide la luz al ser encendido su corazón por la Palabra y la acción del Espíritu Santo.
Cuántas más sangre corre, más se extiende la fe. Los mártires son semillas de cristianos y nada puede exterminarlos. Es promesa del Señor: Ahora te digo Yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará... -Mt 16, 13-19-.
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