Uno no se puede entregar sin tener el corazón lleno de gozo, alegría y paz. Cuando eso sucede, y no puede suceder sino con Jesús, la vida se libera y se entrega por amor a proclamar que Dios nos salva y nos libera del pecado dándonos la vida eterna.
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Esa felicidad que buscamos en el mundo, no está en el mundo. Está en Dios, y Jesús, el Hijo de Dios, nos la ofrece, por amor, regalada. Sólo hay una condición, responder también nosotros con amor, porque es el amor la única arma que nos puede hacer feliz. Y eso explica y justifica los hermosos testimonios de muchas familias que se entregan a la evangelización heroicamente. Están sostenidos y alimentados en el Señor, y lo demás no pesa nada. Están liberados en y por el Señor, y eso no les supone ninguna atadura. No hay otra explicación.
¡Alabado y Glorificado sea el Señor.
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