El mundo, aunque, para muchos, haya dificultades, peligros y tormentos, siempre será una oportunidad para ganarnos la Gloria Eterna. Esa es la esperanza de todos aquellos que creen en Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre. Y, bendita esperanza, porque, para muchos, el mundo se ha convertido en un lugar infernal y de sufrimiento.
Vivir, a pesar de esas situaciones, Lampedusa, China, Nigeria y muchos otros lugares donde los enfrentamientos, las guerras y luchas de etnias, religiosos y otros destruyen, matan y llenan de sufrimientos a muchos, con la esperanza de que todo no está perdido y llegará un día de gozo y paz eterna, da cierta fuerza para continuar soportando lo inevitable.
Por eso, desde aquí, damos gracias y oramos por todos aquellos que sufren y luchan por un mundo mejor. Sobre todo, por los misioneros y voluntarios que se desplazan a esos lugares a darse, a servir y ayudar. A ellos, toda la fuerza del Espíritu Santo para que superen y soporten todas las dificultades. Amén.
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