A veces hay amistades que parecen, pero no lo son. Porque, la verdadera amistad, desgraciadamente, no abunda. Hablamos, no de la amistad superficial que vive de lo temporal, de los intereses y conveniencias y que se manifiesta en ambientes propicios, sin dificultades y festivos. Algo así como sucede en los noviazgos, donde el clima que se procura no exige desnudar sus pensamientos ni crear problemas que rompa esa armonía aparente de pareja.
Más tarde la convivencia se encarga de poner las cosas en su sitio, y, como tiene que ser, aparecen los yo y los egoísmos que dan paso a los contrastes, pareceres, caracteres y singularidades. Y empieza la verdadera boda, porque son todas esas cosas las que hay que casar. Y eso exige soportar, acrisolar al fuego con tiempo y paciencia. Sólo si hay amor se puede lograr. Si lo que había son ilusiones, proyectos, caprichos, intereses personales...etc., todo se viene abajo.
La verdad no existe sino en la justicia, porque verdad y justicia se dan la mano. Y están bañadas por la humildad, paciencia, sacrificio y esfuerzo. Son algunos de los ingredientes de lo que se compone el amor.
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