El término amar todo el mundo lo entiende, pero también cada cual lo entiende a su manera. Para unos amar es sentirse bien frente a otra persona porque, esa persona, le procura bienestar y le hace feliz. Para otros es una fuente de placer que obtiene en la relación con otros de diferentes sexos. Y cada cual va dando respuesta según le convenga.
En el fondo, lo que no parece que gusta es que amar sea algo que exige sacrificio y entrega. A nadie le gusta darse y entregarse hasta el punto de dejarse la vida en hacer feliz a otro. Todos amamos, pero amar hasta el punto de que nuestra vida sea comprometida y complicada por entrega a otro es cuestión aparte y más difícil de digerir. Ahí la cosa empieza a cambiar y a tomar un giro más relativista y demagógico según los intereses y la disposición de los amantes.
Jesús de Nazaret nos trajo su versión y no sólo nos la dijo sino que la vivió según su Palabra. Su testimonio fue de Palabra y Vida. Y nos amó hasta dar la vida por cada uno de nosotros. Y experimentamos que esa clase de amor es lo único que puede salvarnos y salvar al mundo. Sabemos, pues, que es amor. Sólo lo que falta ahora es tratar de vivirlo.
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