Es cosa evidente que todo el mundo quiere triunfar, o al menos que las cosas le salgan bien y tengan éxito. Ahora, sería bueno preguntarnos en qué consiste el éxito. O dicho de otra forma, ¿qué significa el éxito para unos u otros? Porque habrá muchas clases de éxitos, y cada cual tendrá su determinado éxito o fracaso.
La vida ya por sí misma es un éxito. No todos llegan a alcanzarla, y en los tiempos que corren se antoja bastante difícil. En mi casa podíamos ser siete u ocho hermanos, pero tres o cuatro se quedaron en el camino, abortos naturales. Todo lo contrario que ocurre ahora que son voluntariamente rechazados y asesinados. Sólo cuatros alcanzamos la vida, y doy gracias que yo fui uno de ellos.
Desde este mirar las cosas, experimentas que tu vida está en manos de la providencia, y te sientes agradecidos por recibir la vida. Podíamos hablar de nuestro mayor éxito: vivir. Por eso, en muchas ocasiones oímos proclamar que no hay nada como la salud, y la vida es lo más importante que hay.
Vivir es ya el éxito mayor alcanzado, pero prolongar esa vida hasta la eternidad, sería el no va más de todos los éxitos. Es verdaderamente lo que todos buscamos, y la oferta que el Padre Dios tiene encima de la mesa para quien quiera tomarla o dejarla.
El Padre Dios ha sembrado en nuestros corazones ese deseo, pues es algo común al sentimiento de todos los hombres. Ese deseo de vida eterna colma todas nuestras aspiraciones de felicidad porque vivir es la dicha gozosa a la que todos nuestros esfuerzos se dirigen. Por eso, quitar la vida es arrebatar el don más hermoso y valioso que se le ha dado al hombre.
Quien no vive, muere, y somos carne de muerte cuando buscamos la vida en las cosas de aquí abajo. El mundo es un medio, un canal para crear vida, vida eterna. Y el amor es el arma con el que se consigue esa vida eterna. En el mundo reina una alegría efímera, caduca y aparente que se convertirá en tristeza. Mientras que nuestras tristezas y sacrificios se verán compensados al final con alegría de eternidad.
Porque el Padre nos ama y nos quiere eternos como Él. Para eso ha enviado a su Hijo, para enseñarnos el camino. Y, ahora, nos envía también al Paráclito, para asistirnos y guiarnos por el camino del amor. Su Voluntad es que hagamos lo mismo que Él: Amar sin condiciones.
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