Y no le interesa ver otra cosa. Empieza lo que se ha convenido en llamar el autoengaño y tratará de evadirse distorsionando la realidad para justificar sus posturas. Se escapará con la demagogia y todos los artilugios que pueda disuadir para ocultar su propio autoengaño que no quiere ver o realmente no lo ve.
Porque autoengaño es darse cuenta que has dejado de hacer o de ver lo que deberías de hacer o ver, y te autotraicionas. Luego, para no descubrirte trata de justificar la realidad. Entonces la distorsiona. Y la única manera de desbaratar esa arma que destruye el diálogo es buscar la verdad. Se impone entonces una reflexión humilde, sincera y a corazón abierto para descubrir y desenmascarar tus propios egoísmos y engaños.
Mientras esto no se depure y se busque, el dialogo o conversación queda interrumpida. Así sucede en las grandes reuniones de todo tipo, y también en las pequeñas. El muro que les impide entenderse es que cada uno quiere salir con la suya y nadie busca el bien de los dos. Es lo que podemos llamar también la autotraición.
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