Vivimos momentos
confusos y muy graves. Nuestra historia y nuestra cultura así como nuestros
valores están amenazados. Son momentos convulsos y de gran confusión. Nuestras
generaciones están siendo bombardeadas con ideologías que nada tienen que ver
con nuestras raíces y valores cristianos. Somos Europa y nuestra identidad es
católica.
La Iglesia,
sabemos, que siempre ha sido perseguida y la historia fiel a la Palabra de su
fundador, nuestro Señor Jesús, así nos la presenta. Él fue perseguido y
nosotros, como nos lo dijo, no podíamos ser menos. Sus Palabras – Jn 15, 18-21 –
están ahí y se cumplen al pie de la letra.
Ahora, a la vista
de esta realidad podemos reflexionar el por qué la Iglesia es perseguida. Diríamos
que la mayoría de la que los persiguen se identifican con la llamada izquierda.
Son gente agnóstica a la Palabra de Jesús y, no se quedan ahí, sino a muchos
les molesta que se anuncia libremente y sea acogida por muchos también.
¿Por qué? Porque
la Palabra de nuestro Señor va dirigida al hombre. Y el hombre es su criatura
preferida, creada a su imagen y semejanza. ¿Qué quiere decir eso? Pues, todos
convergeremos, que el hombre es semejante a Dios. Y como semejante tiene mucho
de su Padre: Un corazón creado para amar y servir sobre todo a los más
necesitados y débiles.
Eso revienta a
aquellos que, por su incredulidad, han endurecido su corazón y solo piensan en
el poder, la riqueza y hacer de este mundo su cielo particular. Se esconden en
la apariencia de luchar por la verdad, la justicia y por los trabajadores, pero
la realidad, todos lo vemos a cada momento, es otra. Su verdad es mentira,
injusticia, dictaduras para los que no piensan como ellos e imposición de
ideologías que son diferentes y nos hagan pensar diferente a lo que vive y está
impreso a fuego en nuestros corazones.
Son los que están
contra Dios a los que les molestas la verdad y la justicia porque quieren ellos
imponer su verdad y su justicia. Son tan necios que hacen de este mundo caduco
y finito su cielo y permanecen ciegos hasta el punto de vender el gozo de la
vida eterna por un plato de lentejas.
Por eso, desde esta humilde reflexión llamo la atención a todos los católicos y no católicos, hombre de bien, de verdad y justicia, que salgan a votar y den su voto a aquel partido que defienda la verdad, la justicia, la vida, nuestras raíces como nación europea y cristiana. Y propongo a VOX por varias razones. Primero porque es un partido cuyo programa lleva todos estos criterios antes mencionados. Y segundo, porque están limpios de corrupción y de engaños. Tenemos experiencia de lo que ha hecho hace el PSOE y el PP. De los demás ni falta hace de decir como son. Y estos, VOX al menos son nuevos y merecen una oportunidad. Luego veremos si cumplen.
Debemos ser valientes y decididos a cambiar según las actitudes y compromisos de aquellos a los que hemos dado el voto estas últimas elecciones y nos han defraudado hasta el punto de vendernos. Las urnas nos esperan y no debemos desaprovechar esta gran oportunidad.
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